Los enconchados en la Nueva España

En la pintura novohispana existe un género de obras, pinturas incrustadas de concha conocidas como enconchados que abundaron a finales del siglo XVII y principios del XVIII y se conservan, afortunadamente, varios ejemplares de este género de fina manufactura. Por sus características no se han situado entre las obras pictóricas y se les ha clasificado como “artes decorativas”.[1]

Los artistas que se dedicaron a este tipo de obras fueron Tomás, Juan y Miguel González, pertenecían al gremio de pintores y trabajaron para personajes importantes de la Nueva España. Actualmente se conocen más de 250 pinturas de este tipo y la mayoría pertenecen a colecciones particulares. Gran parte de estas obras son anónimas, sólo 85 de ellas están firmadas por Miguel y Juan González.[2]Estos artistas realizaron piezas muy conocidas, entre las que están una serie denominada La conquista de México (1698), consistente en 24 tablas. Esta serie originalmente perteneció a Carlos II, actualmente se encuentra en el Museo de América de Madrid. Otra serie con el mismo número de tablas y el mismo tema se localiza en el Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires. La primera de las series está firmada por Miguel y Juan González y la segunda únicamente por Miguel.[3]

Otro artista que incursionó en este género fue Nicolás Correa, sobrino de Juan Correa, que fue contemporáneo de Juan y Miguel González. Trabajo de gran calidad, que no fue monopolizado por los González, hubo también otros que hicieron varias obras de este estilo: Agustín del Pino, Pedro López Calderón, un tal Rodulpho y, al parecer, Antonio de Santander[4]

 

Los enconchados podrían considerarse vestigios de la presencia de cristianos japoneses en la Nueva España y no solo productos de la influencia oriental a través de las mercancías que transportaba el Galeón de Manila. Los estudiosos que apoyan la hipótesis de la presencia, en la Nueva España, de cristianos japoneses víctimas de la persecución religiosa, también argumentan en su favor, la existencia de cierto taller de enconchados en la capital del virreinato, a cuyos dueños, la familia González, atribuyen origen japonés -aunque, aducen, castellanizaron su apellido- dicho taller fue muy importante durante el siglo XVII.[5]

El autor Daniel Santillana hace referencia a que con la llegada a la Nueva España de cristianos proscritos de Japón y al exilio de algunos artistas formados en las escuelas jesuitas se inicia en este territorio el auge del mencionado estilo pictórico. Los enconchados muestran una evidente influencia oriental que podemos apreciar en estas obras, en sus materiales y formas de representar los elementos que las integran.[6]

La autora Marita Martínez del Río explica con otro argumento la presencia de esta expresión artística en la Nueva España y añade que el procedimiento usado es obra de artistas formados al estilo europeo.[7]

Debido a los viajes periódicos realizados por el Galeón de Manila puede explicarse la influencia oriental, pues se reforzó el gusto por las incrustaciones de concha nácar en otros materiales: tradición artesanal que ya se practicaba desde la época prehispánica.[8]

Esta técnica en la que se usa la concha nácar , nepaltepálcatl, en náhuatl ya se conocía en Mesoamérica y se usaba para adornar algunas piezas desde antiguo.

El grupo criollo va perfeccionando poco a poco su pensamiento político logrando separarse de sus raíces europeas y adoptan un sistema emblemático nativo en la segunda mitad del siglo XVII adaptándose a su manera de vivir en los nuevos territorios.

Los “motivos de la Tierra”, es decir, aquellos temas y símbolos que se vinculaban con lo propio, pasaron a la pintura y superficie de muchos objetos de uso cotidiano. Allí quedaron plasmadas escenas en las que el grupo emergente, es decir, el de los criollos, cifró los anhelos de diferencia frente al grupo hispano[…] la utopía criolla es una imagen de origen[…]en un hecho concreto: la conquista de la Ciudad de México.[9]

Esta evolución en el camino que va de un programa iconográfico a otro no fue rápida, como todos los cambios en las costumbres y hábitos, fue paulatino. El doctor Pedro Ángeles Jiménez distingue tres periodos: la primera ilustrada por el Biombo del palacio de los virreyes que se encuentra en el Museo de América de Madrid, en el que se siguen los cánones de las obras japonesas. El periodo de transición ejemplificado por la obra de Juan Correa Las artes liberales y los cuatro elementos: La tierra y el aire, obra que está en la colección Franz Mayer y en la que se aprecia una mixtura de lo novohispano y lo oriental y expresa una fuerte voluntad de independencia[10] . Ya en el siglo XVIII, los biombos se ven libres de influencias externas y reflejan la visión del mundo de los criollos.[11]

En los biombos que contienen representaciones de índole religiosa destacan los dedicados a escenas de la vida de San José santo patrono de la Nueva España; en los dedicados a la vida cotidiana resaltan los que muestran los anhelos de vida de la aristocracia novohispana. Existe un anhelo de colocar en su justo lugar todo aquello que pertenece a la cultura criolla americana ante lo que viene del extranjero.[12]Estos trabajos se realizaron para el grupo social más pudiente de la Nueva España que tenía mucha afición por los muebles y adornos laqueados con los que se tuvo contacto a partir del comercio con las Filipinas.[13]

En los estilos de las imágenes realizadas en estas obras, se muestra el cambio en las formas de representación y se ve plasmado el deseo de independencia iconográfica que se presentó en el nuevo mundo.

Sonia Ocaña Ruiz afirma en su artículo referente a los enconchados que la afición por estas obras surgió como resultado de las experimentaciones novohispanas y el gusto por las lacas japonesas, de estas circunstancias se da un impulso a esta expresión artística para renovar el quehacer pictórico.

La técnica del enconchado llamó mucho mi atención por la delicadeza de sus detalles y la finura de su acabado, afortunadamente localicé el artículo de Sonia Ocaña en el que nos da una idea de la forma en la que se hace este hermoso trabajo:

En las obras más minuciosas, la capa de pintura se aplica mediante transparencias que resaltan la luminosidad natural del nácar, cuyas incrustaciones se planean cuidadosamente y se incluyen en el dibujo preparatorio.[14]

El soporte de estas obras debe ser de tabla pues el peso de la concha no permite otro tipo de material y ésta, a veces, es recubierta con lienzo

 Volviendo a los artistas que realizaron este tipo de trabajo en la Nueva España, haré referencia a los González, con una historia muy truculenta, se dice que eran hermanos, hijos de Tomás González de Villaverde, maestro de pintor de maque, también se menciona que no pueden ser hermanos porque los segundos apellidos difieren, Miguel se apellidaba González de Villaverde y Juan, el mayor, se apellidaba González de Mier. Aunado al tema de los apellidos, también hay desacuerdos respecto a su origen, pues se dice que eran de Manila y no de México por la influencia oriental que encontramos en sus trabajos.

                        

                                Tabla XV. Detalle del cortejo fúnebre de Moctezuma. Miguel González.

En otro artículo de Sonia Ocaña, la autora afirma que los González no eran hermanos aunque si eran parientes. Señala también que el trabajo de estos artistas fue de una importancia relevante ya que de los más de 250 trabajos de enconchados que se conocen, ellos firmaron cerca de la tercera parte y las 160 tablas anónimas que se conservan, es muy probable que hayan sido realizadas por ellos.

La autora anota que al menos dos generaciones de los González estuvieron vinculados con los enconchados. Un documento fechado en 1689 hace referencia a Tomás González de Villaverde “maestro de pintor de maque” y a su hijo Miguel mayor de 25 años y “oficial de dicho arte de pintor”. Así que Tomás González se dedicó a este tipo de trabajos pictóricos, probablemente a partir de 1660.[15]

Téngase en cuenta que las ordenanzas del gremio de pintores se publicaron por primera vez en 1557 y nuevamente en 1686. Es decir, tanto Tomás como Miguel González se acreditaron ante dicho gremio poco después de reformularse las ordenanzas que lo rigieron.[16]

Existe una obra La Natividad, firmada por Juan González en 1662 y que se encuentra en la actualidad en la Smithsonian Institution de Washington, D.C. Por lo que puede deducirse que no fue hermano de Miguel quién probablemente nació cuando Juan se inició en la actividad artística.

No sorprende que en ocasiones se haya creído en la supuesta relación fraternal entre Miguel y Juan González, pues ambos trabajaron en la última década del siglo XVII, cuando las pinturas incrustadas de concha alcanzaron su apogeo. En su mayoría, las obras firmadas y fechadas de Juan González datan de 1697-1703, mientras que las de Miguel González corresponden a 1692-1698. Ahora bien, ambos firmaron algunas obras que no dataron y a menudo dejaron sus trabajos sin firmar, como hicieron numerosos pintores de la época. [17]

En las tablas referentes a temas religiosos, el artista suprimió los desnudos frontales que presenta el modelo europeo, siguiendo las ordenanzas que regulaban el trabajo de los pintores. Volviendo a la técnica de estas pinturas, Ocaña Ruiz nos señala:

El nácar se embute en pequeños trozos irregulares en las vestiduras de los personajes, sin llegar a conformarlas en su totalidad. La capa pictórica es ligera y permite advertir el brillo del material orgánico.[18]

Junto al trabajo de las pinturas con incrustaciones de concha, se trabajaron los marcos para adornar magníficamente estas hermosas obras. Dudo mucho que las imágenes que conseguí le hagan justicia a los originales, pero me sirven para ejemplificar el magnífico trabajo de estos artistas novohispanos.

                        

Como ya había mencionado, en la imagen no se puede apreciar la calidad del trabajo y la magnitud de la dificultad y maestría que se necesita para realizar estas obras de una belleza deslumbrante.

                    

Las bodas de Caná. Nicolás Correa.

Tanto Miguel como Juan usaron en su trabajo reproducciones halladas en grabados europeos de estilo manierista, a los que introdujeron variaciones y adaptaciones al gusto de la época.[19]

                    

                            La Tempestad Calmada. Anónimo

Estas muestras de la habilidad artística de los pintores novohispanos son un ejemplo de las obras de arte que se realizaron en estas tierras. Manifiestan las habilidades desarrolladas por los artistas de estos territorios que no desmerecen en nada el arte desarrollado en el Viejo Mundo. Nos enseñan el gusto refinado del grupo de españoles avecinados en estas tierras y su afición por las obras bellas en las que se hermanan las técnicas orientales, las europeas y las novohispanas.

 

 

 

 

Bibliografía

Curiel Gustavo, “Imago, Biombo de la conquista de México y la muy noble y leal Ciudad de México”, Imágenes. Revista electrónica del instituto de Investigaciones Estéticas, 2007.http://www.esteticas.unam.mx/revista_imagenes/imago/ima_curiel01.html (9 de mayo 2012), citado en Santillana Daniel, “Iberia en Japón: el estilo Nanban”, en Virreinatos II Citlalli Bayardi et. al., México: Editorial Grupo Destiempos.

 

Martínez del Río de Redo Marita, Imágenes de los naturales en el arte de la Nueva España, siglos XVI al XVIII,  México: Fomento Cultural Banamex, UNAM, Instituto de Investigaciones Estéticas.

Ocaña Ruiz Sonia I.,”Enconchados: gustos, estrategias y precios en la Nueva España” en Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, Vol. XXXVII, núm. 106, 2015.

 

________________  Los marcos “enconchados”: una vía ornamental novohispana, Tesis de Maestría en Historia del Arte, México: UNAM, 2005.

 

________________Nuevas reflexiones sobre las pinturas incrustadas de concha y el trabajo de Juan y Miguel González. An. Inst. Investig. Estét [online]. 2013, vol.35, n.102 [citado  2016-12-08], pp.125-176. Disponible en: <http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0185-12762013000100006&lng=es&nrm=iso>. ISSN 0185-1

Santillana Daniel, “Iberia en Japón: el estilo Nanban”, en Virreinatos II Citlalli Bayardi et. al., México: Editorial Grupo Destiempos.

 Imágenes.

Tabla XV, Imágenes, Revista Electrónica del Instituto de Investigaciones Estéticas, http://www.esteticas.unam.mx/revista_imagenes/dearchivos/dearch_malbran01.html.

 

Virgen de Guadalupe, Ocaña Ruiz Sonia I.,”Enconchados: gustos, estrategias y precios en la Nueva España” en Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, Vol. XXXVII, núm. 106, 2015, p. 84.

Las bodas de Caná, Ocaña Ruiz Sonia I., “Nuevas reflexiones sobre las pinturas incrustadas de concha y el trabajo de Juan y Miguel González”, en Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas. http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0185-12762013000100006

 

 




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