Las pinturas de castas

Hola a todos, ahora voy a hablarles de mis investigaciones como historiadora del arte, mis intereses son muy variados en cuanto al arte pero mi especialidad es en arte virreinal de Nueva España principalmente. Aquí publico un tema que me llamó mucho la atención porque no es un tema religioso sino costumbrista, espero les guste.

Las pinturas de castas.
Durante la dominación española en el territorio mexicano, hubo una forzada convivencia de diferentes tipos de habitantes procedentes de varias latitudes que tuvieron que compartir el territorio. Esto tuvo como resultado una sociedad novedosa e influida por gran cantidad de principios y tradiciones que provenían de Europa, Asia, África y de la población originaria de estos territorios.
De esta mixtura de población se derivó un mestizaje sui generis, que influenció la vida cotidiana en la Nueva España, conformado bajo los principios occidentales, sin dejar de lado las aportaciones con que cada grupo étnico contribuyó a la configuración cultural de la población novohispana.
A resultas de esta situación se originó un estilo pictórico en el que se representó a los diferentes grupos étnicos; este estilo se desarrolló en Latinoamérica y fue conocido como pinturas de castas en los años posteriores a 1720 y continuó su producción hasta los inicios del siglo XIX. Estas obras se produjeron, aparte de la Nueva España principalmente, en Ecuador y Perú.[1]Se hicieron en forma de series con las diferentes mezclas étnicas que se produjeron en los territorios ocupados por lo españoles en América.[2]
La mayoría de estas escenas consisten en grupos de 16 escenas con un formato dividido en paneles sucesivos, en donde se representan parejas con un niño o dos y al pie de la escena se puede ver una inscripción en la que se señala la mezcla representada. En otras imágenes se despliegan los tipos de mezclas en un cuadro único o dividido en sectores.
Este género pictórico no había sido tomado en cuenta hasta la publicación de la Dra. Concepción García Saíz: Las castas mexicanas. Un género pictórico americano. Se ha dejado a un lado su papel de documento de las mezclas étnicas y se destaca su rol como pintura secular, ya que se muestran las indumentarias, los oficios, muebles y otros elementos de la vida cotidiana colonial. Debido a la gran cantidad de estos cuadros, se deduce su gran popularidad en los siglos XVIII e inicios del XIX. El artista, como en la mayoría de las obras de esos años, se inspiró en modelos europeos, pero no como mera imitación, sino que variaban las composiciones, hacían adaptaciones de las mismas, en fin, se llevaba a cabo un proceso de adjudicación y de cambio de las fuentes en las representaciones que tenían gran originalidad y, un carácter propiamente americano.[3]
Como es sabido, los españoles trajeron grabados desde el siglo XVI y estos constituyeron los modelos a seguir en el arte de estas tierras. Estás imágenes llegaban en los libros u hojas sueltas que portaban los emigrantes llegados de España; grabados que provenían principalmente de Flandes, siendo Rubens una de las principales fuentes de inspiración por la abundante reproducción de sus obras. En un principio las estampas se utilizaron de forma doctrinaria al tratar de ganar prosélitos para la religión recién impuesta, con el tiempo se usaron simplemente como fuente de inspiración artística. En los talleres de los pintores se contaba con estampas que eran usadas para crear las más variadas composiciones, pero en ocasiones, estos elementos eran escasos y los pintores utilizaban grabados antiguos, de lo que resultaba una mixtura estilística de fuentes solo conjugada por el hábil artista.
En su artículo Ilona Katzew nos señala la influencia de los grabados europeos en las pinturas de castas. Uno de los ejemplos más evidentes es la representación de una mujer aseando a un niño que aparece en dos de las series, la primera de Miguel Cabrera.[4]

         
                                 
                                     Fig. 1 Miguel Cabrera. De albarazado y Barcino                           
Estas representaciones, al ser de la vida cotidiana, fácilmente llevan al espectador a imaginar que la vida en esos años era así, pero al seguir en la investigación, se llega a la posición crítica de que este programa de imágenes se hizo con el fin de disfrazar la verdadera situación en la Nueva España.
Otra de estas escenas en donde se muestran dos grupos étnicos en una circunstancia no muy agradable es la que representó José Joaquín Magón, una vista cotidiana de una pelea de la pareja con el hijo entre el padre y la madre. Podemos apreciar sus ropas humildes y el tipo étnico de bajo estrato social.

Fig. 3 De Albarazado y Salta Atrás, sale tente en el aire.
Son contados los ejemplos de estas pinturas en que se represente la degradación social producto de la ignorancia, la embriaguez y la extrema pobreza; cuando esto ocurre, está mayormente relacionado con castas consideradas como “no limpias” o a ejemplos en que incluso el “español” no necesariamente presenta su mejor cara y es el petimetre pendenciero y de baja condición.[5]
Hay una posición crítica de las representaciones en las pinturas de castas que afirma que estas imágenes son en realidad idealizaciones respecto de la población existente en la Nueva España. Existe una proposición respecto al motivo de estas idealizaciones, la doctora Estrada de Gerlero señala que se representó una situación social en crisis que con la reforma borbónica se pensó poder controlar al introducir grandes cambios en la educación, la capacitación en el trabajo artesanal, al comenzar a “reducir” y adoctrinar a los indios rebeldes de las zonas del norte del territorio novohispano. Al comparar los textos de la época con las pinturas se aprecia una enorme diferencia entre ambos, como ejemplo tenemos las representaciones de los indios “mecos”, “apaches”, al verlos notamos que las indumentarias con que son representados en estas pinturas nada tienen que ver con la realidad ya que estos aborígenes andaban desnudos y con el cuerpo pintado: iban sólo cubiertos en las partes del sexo y con todo el resto del cuerpo desnudo y manchado de varios colores. Tenían el rostro listado a rayas negras.
La iconografía que se difunde en Europa después del descubrimiento de América es muy esclarecedora al respecto, [respecto a la apariencia del hombre americano]. La diversidad del hombre del Nuevo Mundo se enmascara en su misma desnudez: la representación está determinada por los cánones de la antigüedad clásica, y tan sólo los adornos de plumas revelan su procedencia no europea[6]
Los pintores novohispanos le dan al indio la apariencia del buen salvaje o de la alegoría americana, presente también en otros programas pictóricos y efímeros como biombos y danzas. La situación de los indios rebeldes era bien conocida por los pintores ya que estos indios eran traídos prisioneros a la cárcel de la Acordada. La manera en que se les representaba puede responder a un patrón de origen europeo. Gracias a las descripciones de los viajeros europeos a los nuevos territorios, la imagen del indígena era concebida como un individuo que se adornaba con plumas, con las que elaboraban sus penachos y faldellines. El modelo se difundió en las publicaciones europeas y la figura del indio meco o chichimeca adoptó esta vestimenta en su representación pictórica, en lugar de la imagen verdadera que los pintores novohispanos bien conocían.

               Fig. 4 Miguel Cabrera. Indios gentiles.
El embellecimiento que se quiere implementar de una situación bastante complicada socialmente en estas pinturas es todo lo contrario de lo que se informa en la obra de Baltasar León de Guevara : Discurso sobre la policía de México, de 1788. En este texto el autor propone el aprovechamiento de los bienes eclesiásticos llamados bienes de manos muertas, en beneficio del desarrollo social, prescindiendo del gasto superfluo en procesiones costosas, decoraciones extravagantes e innecesarias funciones eclesiásticas. Esta posición ya se tomaba en cuenta desde el IV Concilio Mexicano en relación con las proposiciones que con respecto al arte religioso del Arzobispo Francisco Antonio de Lorenzana que propuso a la Academia de San Fernando de Madrid para que regulara el arte religioso y la arquitectura, esta posición era determinante en la España Borbónica para institucionalizar el estilo neoclásico como arte oficial del estado.[7]
La doctora Estrada afirma que aun cuando no se noten los vínculos entre las pinturas y los objetivos políticos de los Borbones, parecería que la hermosa sociedad, trabajadora, en la que se cumple con los ideales de limpieza, decoro, amor filial y moralidad, elementos que se repiten en las escenas que se presentan en las pinturas de castas, corresponden a los valores que se tratan implementar con los principios de la ilustración española, antes que las reformas borbónicas fueran realidad en estos territorios.
En otra proposición se nos muestra que las pinturas presentan gran cantidad de elementos interesantes para realizar un estudio antropológico de la sociedad novohispana de esos años, aun cuando no sea un reflejo fiel de la realidad; podemos ver productos de estas tierras que se consumen regularmente, incluso hay una pintura en la que aparecen frutos de estos territorios que contiene una lista de ellos y se les identifica por números, cosa que me pareció muy curiosa.
En los cuadros de castas es frecuente también encontrar bodegones con frutos y verduras “de la Tierra”, así como aves y plantas locales. En muchos de los casos estas peculiares vistas de la naturaleza americana van acompañadas de una nomenclatura dirigida a los extranjeros.[8]
En esta imagen pueden verse escritos sobre las frutas los nombres de estas, es un muy interesante ejercicio el poder identificar las frutas y comparar sus nombres con los actuales

                                                  Fig. 5 Miguel cabrera Indios gentiles.
Los atuendos que portan los personajes, abarcando las modas, por ejemplo, los uniformes de los soldados, las ropas de las mulatas, de las negras, de las mestizas. Los oficios que retratan a la clase trabajadora, como los arrieros que transportan las mercancías a la ciudad.

              Fig. 6. Miguel Cabrera. De mestizo e india, coyote.

En esta imagen se puede apreciar la pobreza de los personajes, sus ropas desgarradas denotan su bajo estrato social.
Con el movimiento cultural ilustrado se toma una nueva forma de ver y apreciar el arte en la que se da una insólita importancia a los elementos de la vida cotidiana, y se desarrolla un interés en la descripción de los diferentes tipos étnicos que integraban la sociedad novohispana aun cuando se siguieron los arquetipos europeizados para estas descripciones, como ya se comentó, se tomaron modelos de la iconografía europea para entender a estos grupos. Hasta el siglo XVIII se dio la circunstancia en el arte de representar a los indígenas de manera importante, este grupo racial ocupó un lugar de importancia dentro de la taxonomía social científica y su figura se modificó radicalmente.[9]
La representación de los indígenas fue hecha de una manera más realista en sus intervenciones en las fiestas conocidas como mitotes o sus danzas, fue integrada a la visión de la Nueva España, un territorio con historia propia y muy diferente a la europea, visión que los criollos estaban construyendo para forjarse una identidad ante el grupo integrado por los españoles peninsulares.
Existe un cuadro intitulado El Parián también conocido como Calidades de las personas que habitan la ciudad de México, este nombre se tomó de la inscripción que se encuentra en la parte posterior de la pintura, según un análisis de la misma que se publicó en los Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas.[10]
en la cara posterior se lee una amplia inscripción con una lista de las calidades raciales en la ciudad de México, y que se liga con los números que se hallan asociados a los personajes que se representan en el cuadro, inscripción que fue revisada por un restaurador para decidir si es contemporánea a la obra, ya que al menos en sus rasgos caligráficos sí parecería corresponder al siglo XVIII.

En esta obra se representa una vista parcial del mercado del Parián en la Plaza Mayor de la ciudad de México en la que aparecen gran cantidad de personajes de diferentes condiciones sociales y en diversas posturas, destacándose las relativas al acto de compra-venta, por lo que también podemos ver abundantes mercancías que ahí se ofrecían.

Fig. 7.  El Parián.
Esta pintura muestra las transacciones comerciales que se efectuaban en ese lugar; el artista sigue las directrices del clasicismo para hacer la composición de la obra. Aparecen en la escena los cajones del mercado con sus techos de madera conocida como tejamanil.[11]
Como ya se ha referido, la pintura cuenta con una inscripción en su parte posterior que corresponde a referencias numeradas que se encuentran en la imagen y que explican las diferentes calidades sociales de los habitantes de la ciudad de México y, como en las pinturas de castas, en esta obra aparecen escenas cotidianas. Ahí aparecen varios soldados, entre ellos los llamados “blanquillos”, en esta representación aparecen en primer plano, más de cuarenta personas realizando sus actividades mercantiles. Pero ¿Quién mandó hacer estas obras? En el texto Pintura y vida cotidiana en México 1650-1950, se comenta:
Este sitio de intercambio comercial llamó poderosamente la atención a los fuereños, quienes no dudaron en encargar a los pintores vistas de la Plaza mayor, del Parián y de los cajones para llevarlas consigo como recuerdo a sus lugares de origen.[12]
Haya sido este el motivo o la cuestión de los principios artísticos de la Ilustración, el caso es que tenemos a nuestro alcance estos documentos históricos para analizar si en su momento se quiso hacer un conjunto de obras que fueran un reflejo de la realidad social que se vivía en ese período, con modelos europeos o sin ellos. Bien conocida es la capacidad de los artistas novohispanos de adaptar y aun mejorar las composiciones que llegaban a estas tierras mediante los grabados traídos de Europa, no sería nada difícil que, dado el gusto de los criollos, se mandaran hacer estas obras para dignificar y enaltecer lo producido en la Nueva España, con la finalidad de conformar una identidad americana, una identidad de la que ellos estaban orgullosos.
En cuanto a los artistas que realizaron este tipo de obras encontramos a Miguel Cabrera, José Joaquín Magón, Andrés de Islas, José de Páez, Juan Rodríguez Juárez, Francisco Clapera y Ramón de Torres, entre otros.
Bibliografía.

Rosalba Campra, América Latina la identidad y la máscara, México, Siglo XXI editores, 1998.

Gustavo Curiel, Antonio Rubial, “Los espejos de lo propio: ritos públicos y usos privados en la pintura virreinal, en Pintura y vida cotidiana en México 1650-1950,México, Fomento Cultural Banamex.
Elena Isabel Estrada de Gerlero , Las pinturas de castas imágenes de una sociedad variopinta, en  México en el mundo de las colecciones de arte, volumen 4, México, Secretaría de Relaciones Exteriores, UNAM, CONACULTA.

Ilona Katzew, “Los cuadros de castas: noticias sobre fuentes posibles en grabados y pinturas europeas”, en Arte, historia e identidad en América. Visiones comparativas, vol. III, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Estéticas.
Ilustraciones.
Fig. 1,4, 5, 6. http://ablaevariteprobatum.blogspot.mx/2013/04/miguel-cabrera-y-la-pintura-de-castas.html
Fig. 3. http://www.europeana.eu/portal/es/record/2022703/oai_euromuseos_mcu_es_euromuseos_MNA_CE5241.html

Fig. 7. http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0185-12762001000100014Fi







[1] Ilona Katzew, “Los cuadros de castas: noticias sobre fuentes posibles en grabados y pinturas europeas”, en Arte, historia e identidad en América. Visiones comparativas, vol. III, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Estéticas, p. 729.
[2] Ibid.
[3] Ibid, p. 731.
[4] Ibid.
[5] Elena Isabel Estrada de Gerlero, Las pinturas de castas imágenes de una sociedad variopinta, en México en el mundo de las colecciones de arte, volumen 4, México, Secretaría de Relaciones Exteriores, UNAM, CONACULTA, p. 81

[6] Rosalba Campra, América Latina la identidad y la máscara, México, Siglo XXI editores, 1998, p. 118.
[7] Elena Isabel Estrada de Gerlero, op. cit., pp. 80-81.
[8] Gustavo Curiel, Antonio Rubial, “Los espejos de lo propio: ritos públicos y usos privados en la pintura virreinal, en Pintura y vida cotidiana en México 1650-1950, México, Fomento Cultural Banamex, pp. 50-51.
[9] Ibid, p. 51.
[10]  Gustavo Curiel, Juana Gutiérrez, Rogelio Ruiz Gomar, Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, Volumen XXII, número 76, año 2000.
[11] Gustavo Curiel, Antonio Rubial, op.cit., p. 79
[12] Ibid.

Comentarios

  1. Me parece interesante el artículo. Si creo que ahora este género se ha procurado retomar para afirmar una determinada postura histórica que hace hincapié en la injusticia para reivindicar posteriormente la necesidad de la independencia. Sin embargo, y pese a que la injusticia era una realidad, no necesariamente era tal cual se ha mostrado; hay bases suficientes para ver que muchos indígenas y mestizos, tenían buena posición y riquezas y en este sentido es importante incluso aclarar que no sólo no apoyaron el movimiento de independencia como hubieran querido los criollos, sino que al inicio les tuvieron que mentir y decirles que buscaban defender al rey de España, pues se oponían francamente a la emancipación. Y los negros y mulatos, tuvieron en estas tierras una realidad muy diferente a los que vivieron en lo que hoy es Estados Unidos. Si bien llegaron como esclavos, fue muy frecuente el liberarlos y que ellos prosperaran como dueños incluso de talleres. Es interesante ver varias pinturas que representan a afrodescendientes como zapateros.

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